lunes, 28 de febrero de 2011

ESQUEMA DE LA COMUNICACIÓN


Texto de Daniel Prieto Castillo.

Quien no puede traducir su
pensamiento a formas
coloquiales aceptables
no sabe pensar.

INTRODUCCIÓN
“La retórica –afirma Platón en su diálogo Gorgias-, es una de estas artes que realizan por la palabra la totalidad de su obra”.
Utilizaremos esa afirmación como hilo conductor de toda nuestra exposición. En efecto, nos mueve la preocupación de saber si hay un uso de la palabra que no termine en esta misma, que no se convierta en obra en sí.
Los objetivos perseguidos por Platón eran en todo momento educativos y políticos. Se trataba de sacar a la palabra del ámbito en que ella se constituye en fin en sí misma, par situarla en el contexto real de la polis,de los problemas que vivían los integrantes de esa sociedad en proceso de disolución, proceso en el cual la retórica tenía como “arte de persuadir”, un papel nada despreciable. “El orador –se afirma en el Gorgias-, sólo es competente para producir una creencia”; y se añade: “estamos ante un procedimiento persuasivo... que permite dar a los que no saben la impresión de que tienen más saber que aquellos que saben”.
En más de una ocasión hemos insistido en que existe una moderna retórica, canalizada
fundamentalmente a través de los medios de difusión colectiva. En éstos están presentes todos los recursos de la vieja retórica, pero magnificados por las posibilidades de la tecnología. Tales recursos aparecen también con una fuerza y una constancia enormes en nuestros sistemas de enseñanza.
A lo anterior agregamos, para desarrollar los puntos siguientes, que el ejercicio retórico supone la contraparte de seres dispuestos a aceptarlo. En el Gorgias se habla de ese arte como de una actividad de lisonja, de adulación, que permite a los oradores conquistar un gran poder en la ciudad. Además, nos interesa hacer hincapié en quienes resultan objeto de esa adulación, quienes aceptan el juego y terminan por tener la impresión ”...de que tienen más saber que aquellos que saben”.
En el campo de la enseñanza la actividad retórica se produce, a nuestro entender, en dos vertientes: la verborrea y el verbalismo,
el tecnicismo y el teoricismo
1
LA VERBORREA
La verborrea consiste en la sobreabundancia de palabras, en el uso de recursos meramente sonoros, de frases hechas, de expresiones altisonantes. Son verborrágicos aquellos docentes que terminan por convertir su relación con los otros (porque en el campo de la educación se trata de una relación con los otros) en una suerte de exhibicionismo verbal, a menudo deslumbrante, que en definitiva lo deja a uno fascinado; y todo el mundo sabe que por la fascinación se termina por entregar la propia voluntad, la propia capacidad de raciocinio.
Fascinados estaban los auditorios germanos ante Goebbels, en la Alemania hitleriana, por dar un ejemplo acaecido en nuestro siglo.
La verborrea en educación no se aparta en nada de lo que ejercían los antiguos retóricos: la capacidad de impactar, de deslumbrar por la palabra. El tema tratado por ellos pasa aquí a un segundo término. No importa qué se dice, sino cómo se dice. Las palabras, como indagación, como explicación, ceden paso a las expresiones plenas de artificio. Un auditorio escolar fascinado está haciendo exactamente lo contrario de lo que supone la esencia del proceso educativo, el cual, adelantémoslo, consiste en la plena participación de individuos y grupos. En la relación verborrágica hay un protagonista, el orador; los otro son receptores, en el estricto sentido del término: puntos terminales de un proceso.
EL VERBALISMO
Similar a esta forma de relacionarse, pero con muchos matices, el verbalismo constituye el uso de la palabra como sustituto de las experiencias. La principal diferencia estriba en que el verbalismo puede ser tedioso, totalmente aburrido dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje. Cuando nos referimos a la sustitución de experiencias queremos decir que el proceso todo se resuelve en palabras, sean éstas a base de sonidos o por escrito. Es algo innegable que más de una de nuestras universidades está estructurada a partir de ese sistema, por lo menos en el área de las ciencias sociales. La obra toda, el proceso completo de enseñanza-aprendizaje, se resuelve en palabras: “digo esto y me respondes aquello; digo aquello, me escribes esto”. En su extremo más negativo, el verbalismo suple toda actividad, incluso la de investigación. Las sesiones de trabajo se cumplen sólo en el aula. El espacio social se reduce a lo que dicen unos y a lo que responden otros.
La falta de confrontación de lo oído y dicho con otras versiones y con la realidad misma, puede llevar, y a menudo lleva, a convertir esas versiones orales en algo superior a lo que aluden, que llegan a estereotiparse en la boca del docente, que repite lo mismo durante años y que se estereotipan en la mente del alumno.
Los estereotipos, plasmados en expresiones verbales, ocupan un inmenso espacio en el ámbito de la educación. Se trata de definiciones parciales y emotivas de algo, que terminan por onvertirse en superiores a
ese algo, e incluso llegan a orientar la conducta de quienes aceptan tales estereotipos. El ejemplo de Goebbels puede venir otra vez al caso. Pero no sólo ese. De la falta de confrontación derivan estereotipos de amplio peso social, como por ejemplo los relativos a muchos personajes históricos de nuestra América Latina.
Si el estereotipo hace positivo a un personaje, todo lo que puede contradecir tal punto de vista
desaparece en las versiones que circulan a través de los libros de texto. Más aún, se producirá lo que denominamos la contaminación por el estereotipo; entonces todo lo relacionado con el héroe pasará a ser bueno: sus amigos, su familia, sus aliados; y todo lo que se le haya opuesto llevará el estigma de lo reprobable.
En el verbalismo suele producirse la ilusión de la participación. Un torrente de palabras puede
desbordarse por el aula. Pero la cantidad de ésas no cambia las cosas. Se trata de una seudo participación, carente en general de valor.
Verborrea y verbalismo implican una sustitución de las experiencias por la palabra. En el extremo de estereotipo, tal sustitución se convierte en distorsión o en parcialización del objeto de la palabra, y, en ese caso, del objeto del proceso de enseñanza-aprendizaje.
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EL TECNICISMO
Mencionamos al tecnicismo como primer elemento de la segunda vertiente. Este consiste en la palabra casi inaccesible, vacía de contenido para la muchedumbre de los mortales hombres, diríamos con Homero, que está fuera del código.
El tecnicismo da origen a una verborrea para élites. A todos nos ha tocado asistir a sesiones en que la religión es el lenguaje, y los devotos sólo pueden serlo a través de las palabras elegidos. Los no devotos, los que no participan en esos crípticos lenguajes, pasan a la categoría de imbéciles.
Con cuánto desprecio lo miran a uno cuando en lugar de decir “las objetivaciones verbo-icónicas
utilizadas para promover el circuito de las mercancías” dice simplemente: “la publicidad”.
No estamos atacando de ninguna manera el uso de la palabra correcta. Estamos señalando los
excesos de una terminología que acaba por ocultan el tema para el cual se la usa.
Los tecnicistas se pavonean por las universidades sumiendo en la humillación a quienes no
comprenden sus jergas; se pavoneaban, a decir verdad, porque actualmente hay una justa reacción contra ellos. Durante años, toda la década pasada por lo menos, los tecnicistas apabullaron a comunicólogos, diseñadores, arquitectos, geógrafos, literatos e ingenieros. Llevaron a éstos a pensar que no sabían nada, que su arte de analizar una vertiente de la realidad era cualquier cosa. Pero los tiempos van cambiando y vivimos hoy una reacción que posiblemente nos lleva al extremo contrario. Lo ideal sería el justo equilibrio, aunque todo el mundo sabe que eso es tan difícil de lograr como un pentágono de seis lados.
EL TEORICISMO
En la misma línea del tecnicismo, el teoricismo consiste en la palabra descontextuada, en el asalto a la realidad por un verbo que ni siquiera la roza. En actividad retórica, al cabo, porque todo lo resuelve en la palabra. Para los teorizantes es preciso reunir todo lo dicho sobre algo para poder actual; y no sólo eso sino también para poder pensar.
El circuito comienza en un libro que remite a otro, éste a otro, y así sucesivamente; como un cuento que no se acaba nunca, tal como el del inmenso granero al que entró una langosta para sacar un grano, y luego entró otra langosta para sacar otro grano, etc.
El teoricismo constituye un recurso maravillosos para no hacer nada, opción que uno puede tomar
cuando llega a viejo. Pero si ello se lleva al plano del proceso de enseñanza-aprendizaje, los resultados suelen ser terribles, debido a que se corre el riesgo de incitar a gente joven para que actúe como si estuviera más que vieja.
El teoricismo es también un recurso estupendo para no tener que vérselas con la realidad. Se puede ser hasta radical en la teoría y con ello no molestar absolutamente a nadie.
El teorizante es un soñador que sueña palabras. A fuerza de dormir al margen de la realidad, termina por considerar como sueño de la vida. Se vuelve tan radical, que acaba por combatir todo proyecto destinado a transitar el duro camino situado al otro lado de los sueños.
Como el dengue, el teoricismo es contagioso. Corre de mente en mente con la ventaja de que el cuerpo no sufre. Es trabajo retórico, también, con la palabra como única obra.
Verborrea y verbalismo, tecnicismo y teoricismo, causan estragos en la educación. En todos los casos, las palabras se convierten en algo opaco, viscoso, que termina por envolver y confundir a quienes las profieren y escuchan.
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Decíamos que el ejercicio retórico supone un interlocutor válido, a alguien preparado para caer en el ámbito de la creencia. Cualquiera de los caminos mencionados terminan por hacer creer a los que no saben que saben más de los que saben.
Toda expresión es una toma de posición ante la realidad, y uno se expresa para indicar algo, para explicarlo, o bien para distorsionarlo o parcializarlo. Lo que veníamos criticando cae, a nuestro entender, en estas dos últimas posibilidades. Las palabras se alzan como realidades en sí, total o parcialmente descontextuadas.
CONTRA LA VERBORREA
En el proceso de verborrágico la experiencia de un individuo, en nuestro caso el docente, sirve como modelo para veinte, treinta o cien personas. El resto guarda lo propio y pasa a formar parte de esa atmósfera de términos hábilmente engarzados. Muchos anulas lo suyo para compartir sólo lo que uno ofrece, y para compartir, en realidad, sólo una brillante espuma, porque las cosas serían distintas si al menos el verborrágico tuviera algo importante que ofrecer. Esta reducción de la participación prácticamente a cero, es una constante en relaciones de este tipo. Hay una sola voz, como la flauta sutil de los encantadores de serpientes.
Para romper con la verborrea es preciso recuperar el pleno sentido de la palabra y la Participación, lo cual supone abandonar el influjo del encantador, tarea nada fácil, por cierto, porque quien ejerce la fascinación lo hace por algo. En una relación de tal naturaleza es posible dejar que las cosas fluyan sin comprometer par nada el esfuerzo personal. Si tengo la suerte de encontrarme con tan maravilloso retórico, me toca permitirle que haga su juego, me toca repetir sus palabras y todo irá bien. De retórico en retórico, uno puede hasta conseguir un título.
Queremos decir con esto que el juego es posible porque todos se aprovechan de él. El orador exhibe su plumaje multicolor, se regodea escuchándose a sí mismo, construye y destruye mundos a su antojo; se detiene ante alguna mirada, hace gestos teatrales. El auditorio acepta la pasividad como una manera de ser, como un medio para lograr algún fin.
Clara complicidad es esta relación, o sea una clara manera de lograr algo sin esfuerzo, ya que consiste en dejar que otro nos haga creer que pensamos, en repetir esquemas vacíos, lugares comunes, suficientes como para alimentar aún más la vida cotidiana o, insistimos, válidos hasta para conseguir un título.
La participación, el abandono de las frases hechas, de la retórica dominante, es una tarea difícil. La pasividad, como forma de ser, resulta más que común dentro de las relaciones sociales vigentes. Esto ocurre, lo reiteramos, aun cuando se produzca la ilusión del diálogo, del intercambio de palabras.
La ruptura, pues, va por el lado de la relación entre las palabras y las situaciones; entre las palabras y las cosas. Y si, ello se logra mediante la participación en grupos, mucho mejor.
CONTRA EL TECNICISMO
Es bien sabido que el pensamiento occidental se alza en la historia como una alternativa al
pensamiento cotidiano. Desde Parménides en adelante, la distinción entre el nous (el pensar, en sentido estricto) y la doxa (la opinión) pasa hasta nuestros días.
Sin embargo, la ruptura con lo cotidiano un supuso entonces la ruptura con toda forma de lenguaje cotidiano, ni tiene por qué suponerla, a nuestro entender, porque de lo que se trata es de pensar perfeccionando las formas cotidianas de hacerlo, profundizando en la línea del sentido común, de las maneras vigentes de enfrentar la realidad y porque si pensamiento y vida cotidiana tienden a excluirse, se corre el riesgo de formar élites de especialistas que, o se apartan fuertemente de la gente, o bien, cuando se dignan dirigirse a ella lo hacen con una suerte de condescendencia que invoca la limosna.
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Quien no puede traducir su pensamiento a formas coloquiales aceptables, no sabe pensar, La
capacidad de comunicarse con los demás no es sinónimo de degradación intelectual, como nos lo han hecho creer algunos intelectuales franceses y muchos otros latinoamericanos.
Hegel, que era bastante mal pensado, afirmó: “cuando faltan las palabras, falta el pensamiento”.
Nosotros interpretamos esto en sentido amplio. Cuando no hay palabras para exponer algo en un lenguaje accesible, falta el pensamiento.
No estamos, lo hemos dicho, en contra de expresiones correctas, de términos específicos para una
determinada realidad o idea. Rechazamos la separación del proceso de enseñanza-aprendizaje de aquello que le da sentido: la sociedad, el ambiente que circunda a cada quien.
En general, consideramos que detrás de todo tecnicismo se alza una incapacidad para pensar temas en profundidad, para comprometerse con experiencias sociales concretas.
CONTRA EL TEORICISMO
Habíamos señalado que el teoricismo es un magnífico recurso para no hacer nada. Mediante él es
posible no investigar, no participar, no meterse en la realidad y hasta no pensar.
Contra el teoricismo, el camino es la palabra comprometida con experiencias sociales concretas, las propias y las ajenas. Para esto no basta sólo con el decir, sino que hay que vivir, involucrarse en investigaciones y situaciones.
Las formas de uso del lenguaje que hemos presentado y criticado no son más que una parte del
problema. Continuamente hemos aludido al contexto, al problema de las definiciones, del pensamiento, de las relaciones sociales vigentes, de la distorsión y la parcialización, de los estereotipos, y a lo que apuntan las expresiones, esto es, a la referencialidad y a las experiencias.
Todo ello nos abre paso a cuestiones que abordaremos en la segunda parte de nuestro trabajo.
APROPIACIÓN DEL CONTEXTO
El ejercicio retórico es posible a partir de una mala apropiación del contexto por parte de quienes caen bajo su influjo.
Esa mala apropiación supone la incapacidad de captar las relaciones esenciales de la situación en que se vive. Retomamos para esto a Platón. No es lo mismo vivir en el dominio de la creencia que en el del conocimiento, en el saber de algo. Cuando uno de los interlocutores de Sócrates, en el diálogo mencionado,
hace el elogio de la retórica, éste replica: “ Se te pregunta qué arte es éste y tú respondes cantando su gloria” .
Sócrates pone a la retórica en un cuestionamiento esencial”... porque puedo reconocer que la medicina se ocupa de la enfermedad y la gimnasia del cuerpo”.
Desde el comienzo del diálogo la pregunta es crucial: ¿Cuál es el objeto de ese arte? Sócrates lo pone en contexto y en contexto salta hecho pedazos. Pero, ¡cuidado! No en cualquier contexto. Hay una mala contextuación, que es aquélla que consiste en nadar en la superficie de las relaciones sociales, en la periferia de los temas abordados.
Precisamente cuando desde allí se pasa a un contexto esencial el pulcro andamiaje de la retórica
comienza a crujir por los cuatro costados.
¿Qué entendemos aquí por esencial?
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En primer lugar, la capacidad de situar el tema dentro de lo que de él se ha investigado y se conoce. Una expresión muy común en nuestros países es que “sobre esto no hay nada escrito”, o bien que “esta línea temática no ha sido investigada”, cuando en realidad hay bibliotecas enteras sobre el asunto y uno termina por inventar inevitablemente el hilo negro.
En segundo lugar, la relación del tema con la situación social en que se está inserto, a partir de las determinaciones esenciales de esa situación (lo cual nos lleva a cuestiones económicas, políticas e ideológicas).
En tercer lugar, la experiencia sobre el alcance del tema, la confrontación, la inserción en lo que realmente está ocurriendo más allá o junto con las palabras.
En cuarto lugar, las consecuencias del tema, su proyección, su devenir a partir de lo que ahora sucede.
Cuatro puntos ligados por un concepto que mencionamos anteriormente; la referencialidad. Los
mensajes retóricos son de baja referencialidad, aun si pretenden estar mostrando las relaciones esenciales.
Cuando las cosas se reducen a impacto, a palabrerío o artificio verbal, la referencialidad es necesariamente baja. El tema pasa a segundo plano y cobra vigor el mensaje mismo, que en definitiva termina para hacerse más fuerte que aquél.
Los usos y abusos del lenguaje son posibles por una generalizada incapacidad de contextuar, y, a la vez, tal actividad retórica apunta a cristalizar esa incapacidad, con lo que el círculo se cierra y tiende al vicio.
El uso inquisitivo, revelador, de las palabras, resulta imposible si no se tiene la capacidad de pasar de las nociones a los conceptos. El pensamiento se ejercita a través de las definiciones y en la retórica nos quedamos siempre en la superficie de los términos.
La apropiación de las definiciones, entendidas éstas como la explicación de un término, como el
despliegue del alcance de una palabra en un determinado contexto, es un paso necesario para abrir una alternativa contra el empleo de la retórica.
Si no se conoce el significado elemental de las palabras, mucho menos se puede ampliar la definición en términos de contexto. Quien define mal, diríamos parafraseando a Hegel, piensa mal.
El proceso de referencialidad implica una profundización en las definiciones, cosa que aparece con una inmensa claridad en los Diálogos de Platón.
En el tecnicismo y en el teoricismo existen muchas definiciones. Pero para nosotros resulta capital reiterar la necesaria contextuación de la definición. De lo contrario se cae en malabarismos verbales que tan bien conocen nuestros modernos retóricos.
Cuando fallan las definiciones elementales es porque se ha producido una mala apropiación del
lenguaje mismo: “Cuando faltan las palabras falta el pensamiento”. Pero el pensamiento también falta cuando se es incapaz de elaborar un discurso con un mínimo de coherencia, cuando las estructuras sintácticas, las mínimas reglas de coordinación y de relación se desconocen.
La mala apropiación del lenguaje obedece a múltiples causas: el contexto inmediato, la escuela, la falta de oportunidades de educación, la falta de ejercitación en la expresión. Nos interesa este último punto, ya que nos hemos ocupado antes de los primeros.
La experiencia, a través de la palabra, suele ser mínima para amplios sectores de la población. Los medios de difusión por un lado y la retórica escolar por el otro, se encargan de cerrar la posibilidad de aplicar el lenguaje verbal en toda su riqueza. Las estructuras elementales del lenguaje sufren una permanente degradación, sobre todo por la incapacidad de expresar coherentemente términos y enunciados.
No estamos criticando la ruptura del lenguaje a través del empleo coloquial; estamos aludiendo a una degradación que refleja una incapacidad de pensar las cosas, de pensar la propia situación social.
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Revalorar el lenguaje en sus estructuras elementales es una labor imprescindible en todo proceso
educativo. ¿Cómo comunicarse? ¿Cómo integrarse a relaciones más amplias en las que la discusión y la crítica requieren de una cierta claridad conceptual?
La expresión, la recuperación de la palabra, son esenciales en el método Freire. Pero desde los
sectores populares más desprotegidos hasta quienes tienen acceso a los estudios universitarios en nuestros países, la recuperación de las estructuras elementales del lenguaje forman parte de ese despliegue de la propia personalidad inserta en un determinado contexto. No se trata de recuperar la propia voz par balbucear. Se trata de poder utilizarla con la suficiente coherencia como para poder hablar de uno mismo y de la propia situación social.
LOS USOS DEL LENGUAJE
Cuando alguien dice algo, hay que preguntarse por qué lo dice. Puedo expresar algo para ocultar otra cosa,

o bien para distorsionar,
o bien para parcializar,
o bien para confundir,
o bien para sumir algo en la ambigüedad, forma específica de la confusión,
o bien para ordenar,
o bien para indicar,
o bien par explicar, demostrar, descubrir;
o bien para enriquecer el lenguaje.
Entre los usos del lenguaje podemos, pues, mencionar:

El ocultamiento,
la distorsión, la parcialización,
la confusión
la ambigüedad,
la orden,
la indicación.
la explicación,
la demostración,
el descubrimiento,
el enriquecimiento del propio lenguaje.
Por lo menos los cuatro primeros tienen estrecha relación, lo sepa o no quien los asume en su expresión.
La orden, con todos sus matices (exhortación, instrucciones para realizar una acción), forma parte de nuestros esquemas educativos y en muchas ocasiones pasa a convertirse en lo fundamental. Cuando todo se reduce a consignas de acción y de interpretación, caemos en lo contrario de la educación, entendida ésta como participación consciente, como intercambio de experiencias, como enriquecimiento perceptual. Algunas vertientes de la tecnología educativa se orientan en esa dirección: todo sometido a indicaciones que en el fondo son órdenes.
Para nosotros, el uso del lenguaje en educación debe jugarse en las cinco últimas vertientes, esto es, indicación, explicación, demostración, descubrimiento y enriquecimiento del propio lenguaje. Pero todo esto no se improvisa ni surge como por arte de magia. Cuando exigimos una capacidad de los educandos para moverse dentro de esas posibilidades, exigimos simultáneamente una capacitación en quienes actúan como docentes para llevar adelante tal tarea. Mal puede orientar la educación hacia formas alternativas como las que proponemos quien por su formación y sus hábitos profesionales y cotidianos está hundido exactamente en lo que venimos criticando.
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La docencia, problema esencial de relación con los otros, es una actividad nada sencilla que a menudo se improvisa.
Recapitulemos:
hemos hecho la crítica de la verborrea, el verbalismo, el tecnicismo y el teoricismo;
hemos ofrecido algunas alternativas a estos vicios; hemos puesto énfasis en la apropiación del contexto y de las definiciones; hemos insistido en la necesidad de recuperar y aprovechar las estructuras elementales del lenguaje; hemos señalado distintos usos del lenguaje y hemos apuntado cuáles son a nuestro entender aquellos que corresponden al proceso de enseñanza-aprendizaje; hemos hecho hincapié, por último, en la necesidad de capacitación de quienes laboran como docentes.
Nos queda ahora precisar algunas propuestas finales.
LAS PROPUESTAS
Nuestro tema “Educando a través de la palabra” nos lleva a formular las siguientes propuestas:
1. Debe desarrollarse sistemática y permanentemente la capacidad de expresión verbal;
2. Hay que trabajar sobre las palabras mediante el método de las definiciones, combinando con una
experiencia de confrontación referencia;
3. Deben analizarse los mensajes para evaluar tanto lo dicho como lo no dicho dentro de un proceso de
enseñanza-aprendizaje;
4. Es preciso contextuar permanentemente la palabra;
5. Debe capacitarse a los docentes en las actividades correspondientes a la enseñanza;
6. Deben abandonarse o restringirse al máximo los instructivos, las consignas de interpretación, el
direccionismo, propios todos de algunas vertientes de la tecnología educativa.
Aclararemos que ninguna de esas propuestas se podrá alcanzar si no se involucran en ellas docentes y alumnos, par lo cual no hacen falta desmesurados proyectos ni excesivas disquisiciones teóricas. Basta echarlas a andar, adaptándolas a la situación en que se está inserto.
En la enseñanza universitaria no es lícito continuar el juego de las creencias que terminan por persuadir a alguien que sabe más que los que saben, que actúa más que los que actúan, que piensa más que los que piensan.

20 NOVIEMBRE 1923 POSTULADOS DE L A LINGÜÍSTICA. DELEUZE.

I. EL LENGUAJE SERÍA INFORMATIVO Y COMUNICATIVO
La maestra no se informa cuando pregunta a un alumno, ni tampoco informa cuando enseña una regla de gramática o de cálculo. "Ensigna", da órdenes,manda. Los mandatos del profesor no son exteriores a lo que nos enseña, y no lo refuerzan. No derivan de significaciones primordiales, no son la consecuencia de informaciones: la orden siempre está basada en órdenes, por eso es redundancia.
La máquina de enseñanza obligatoria no comunica informaciones, sino que impone al niño coordenadas semióticas con todas las bases duales de la gramática (masculino-femenino, singular-plural, sustantivo-verbo, sujeto de enunciado-sujeto de enunciación, etc.). La unidad elemental del lenguaje —el enunciado— es la consigna. Más que el sentido común, facultad que centralizaría las informaciones,hay que definir la abominable facultad que consiste en emitir, recibir y transmitir las consignas. El lenguaje ni siquiera está hecho para que se crea en él, sino para obedecer y hacer que se obedezca. "La baronesa no tiene la menor intención de convencerme de su buena fe, simplemente me indica aquello que le gustaría verme admitir, aunque sólo sea aparentemente" ^ Esto se constata con toda claridad en los comunicados de la policía o del gobierno, que se preocupan muy poco de la credibilidad o de la veracidad, pero que dicen muy claro lo que debe ser observado y retenido. La indiferencia de los comunicados por ualquier tipo de credibilidad raya a menudo en la provocación. Prueba evidente de que se trata de otra cosa. No nos engañemos...: el lenguaje no pide más. Spengler señala que las formas fundamentales de la palabra no son el emmciado de un juicio ni la expresión de im sentimiento, sino "el mandato, la prueba de obediencia, la aserción, la pregunta, la afirmación o la negación", frases muy breves que mandan a la vida, y que son inseparables de las empresas o de los grandes trabajos. "¿Listo?", "Sí","Adelante" ^. Las palabras no son herramientas, pero a los niños se les da lenguaje,plumas y cuadernos, como se dan palas y picos a los obreros. Una regla de gramática es un marcador de poder antes de ser un marcador sintáctico. La orden
no está relacionada con significaciones previas, ni con una organización previa de
unidades distintivas. Es justo lo contrario. La información tan sólo es el mínimo estrictamente necesario para la emisión, transmisión y observación de órdenes en tanto que mandatos. Hay que estar muy bien informado para no confundir ¡Al fuego! con ¡AlJuego!, o para evitar la enojosa situación del profesor y del alumno según Lewis Carroll (el profesor lanza una pregunta desde lo alto de la escalera,que es transmitida por unos criados que la deforman en cada piso, mientras que el alunmo abajo en el patio devuelve una respuesta que a su vez será deformada en
cada etapa de vuelta). El lenguaje no es la vida, el lenguaje da órdenes a la vida; la vida no habla, la vida escucha y espera ^. En toda consigna, armque sea de padre a hijo, hay una pequeña sentencia de muerte —un Veredicto—, decía Kafka.
Lo difícil es precisar el estatuto y la extensión de la consigna. No se trata de un origen del lenguaje, puesto que la consigna sólo es una función-lenguaje, una función coextensiva al lenguaje. Si el lenguaje siempre parece presuponer el lenguaje,si no se puede fijar un punto de partida no lingüístico es precisamente porque el lenguaje no se establece entre algo visto (o percibido) y algo dicho, smo que va siempre de algo dicho a algo que se dice. En ese sentido, no creemos que el relato consista en comunicar lo que se ha visto, sino en transmitir lo que se ha oído, lo que otro os ha dicho. Rumor. Ni siquiera basta con invocar una visión deformante
procedente de la pasión. El "primer" lenguaje, o más bien la primera determinación que satisface el lenguaje, no es el tropo o la metáfora, es el discurso indirecto.
La importancia que se ha querido dar a la metáfora, o a la metonimia, resulta ruinosa para el estudio del lenguaje. Metáforas y metonimias sólo son efectos, que únicamente pertenecen al lenguaje si ya presuponen el discurso indirecto. Hay muchas pasiones en una pasión, y todo tipo de voces en una voz, todo un rumor,glosolaüa: por eso todo discurso es indirecto, y la translación propia del lenguaje es el discurso indirectoBenveniste niega que la abeja tenga un lenguaje, aunque disponga de una codificación orgánica, e incluso utilice tropos. La abeja no tiene lenguaje, porque aunque es capaz de comunicar lo que ha visto, es incapaz de transmitir lo que le han comunicado. La abeja que ha percibido un botín puede comunicar el mensaje a las que no lo han percibido; pero la que no lo ha percibido no puede transmitirlo a otras que tampoco lo hayan percibido ^. E l lenguaje no se contenta con ir de un primero a un segundo, de alguien que ha visto a alguien que no ha visto, sino que va necesariamente de un segundo a un tercero, ninguno de los cuales ha visto. En ese sentido, el lenguaje es transmisión de palabra que funciona como consigna, y no comunicación de un signo como información. El lenguaje
es un mapa, no un calco. Pero, ¿en qué la consigna es una función coextensiva al lenguaje, cuando la orden, el mandato, parece remitir a un tipo de proposiciones expHcitas marcadas por el imperativo? Las célebres tesis de Austin muestran claramente que, entre la acción y la palabra,no sólo hay diversas relaciones extrínsecas tales que un enunciado puede describir una acción en un modo indicativo o bien provocarla en un modo imperativo,etc. También hay relaciones intrínsecas entre la-^alabfa-y ciertas acciones que se realizan al decir-/AS (el performativo: juro al decir "lo juro"), y más generalmente entre la-priabra y ciertas acciones que se realizan al hablar (el ilocutorio: interrogo al decir "est-ce que... ?", prometo al decir "te amo...", ordeno al emplear el imperativo..., etc.). A estos actos internos aJa-palabfa, a estas relaciones iimaanentes de los emmciados con los actos, se les ha denominado presupuestos implícitos o no discursivos, para diferenciarlos de las suposiciones siempre exphcitables bajo las cuales un enunciado remite a otros enunciados, o bien a una acción extema (Ducrot). La aparición del campo performativo, y del campo más ampho del
ilocutorio, tenía ya tres importantes consecuencias: 1) La únposibUidad de concebir el lenguaje como un código, puesto que el código es la condición que hace posible una expücación; y la imposibUidad de concebú- la palabra como la comunicación de una información: ordenar, interrogar, prometer, afirmar no es informar de un mandato, de una duda, de un compromiso, de una aserción, sino efectuar esos actos específicos inmanentes, necesariamente imphcitos. 2) La imposibiüdad de definir una semántica, una sintáctica o incluso una fonemàtica, como zonas científicas del lenguaje que serían independientes de la pragmática; la pragmática deja
de ser un "basurero", las determinaciones pragmáticas dejan de estar sometidas a la alternativa: o bien recaer fuera del lenguaje, o bien responder a condiciones explícitas bajo las cuales son sintactizadas y semantizadas; la pragmática deviene,por el contrario, el presupuesto de todas las otras dimensiones, y se insinúa por todas partes. 3) La imposibüidad de mantener la distinción lengua-palabra; puesto que la palabra ya no puede definirse por la simple utilización individual y extrínseca de una significación primordial, o la aphcación variable de una sintaxis previa: al conttarip, el sentido y la sintaxis de la lengua no es posible definirlos independientemente de los actos de palabra-que ella presupone '^'^^ Bien es verdad que todavía no se ve con claridad cómo se pueden convertir los actos de palahra-o presupuestos imphcitos en una función coextensiva al lenguaje. Pero todavía se ve menos claro si partimos del performativo (lo que se hace al de-icir-"lo") para llegar por extensión hasta el üocutorio (lo que se hace al hablar).
Pues siempre se puede impedir esa extensión, bloquear el performativo sobre sí mismo, exphcándolo por caracteres semánticos y sintácticos particulares que evitan el tener que recurrir a una pragmática generahzada. Así, según Benveniste, el performativo no remite a actos, sino, por el contrario, a la propiedad de términos sui-referenciales (los verdaderos pronombres personales, YO, TU... definidos como embrayeurs: como consecuencia, una estructura de subjetividad, de previa intersubjetividad en el lenguaje, explica suficientemente los actos de palabra en lugar de presuponerlos El lenguaje es, pues, definido aquí como comunicativo
más bien que como informativo, y esa intersubjetividad, esa subjetivación propiamente lingüística es la que explica el resto, es decir, todo lo que se hace ser al decir-" lo". Ahora bien, lo fundamental es saber si la comunicación subjetiva es una noción lingüística mejor que la información ideal. Oswald Ducrot ha desarrollado las razones que le llevan a invertir el esquema de Benveniste: no es el fenómeno de sui-referencia el que puede explicar el performativo, es justo lo contrario, la sui-referencia se expUca "por el hecho de que ciertos enunciados están socialmente consagrados a la ejecución de ciertas acciones". E l performativo se expüca, pues, por el ilocutorio, y no a la inversa. Es el ilocutorio el que constituye los presupuestos implícitos o no discursivos. Y el ilocutorio se explica a su vez por agenciamientos
colectivos de enunciación, por actos jurídicos, equivalentes de actos jurídicos, que distribuyen los procesos de subjetivación o las asignaciones de sujetos en la lengua, pero que de ningún modo dependen de ellos. La comunicación no es mejor concepto que la mformación, la intersubjetividad no es más válida que la significancia para explicar esos agenciamientos "enunciados-actos" que miden en cada lengua el papel y la proporción de morfemas subjetivos ^. (Más adelante veremos que el análisis del discurso indirecto confirma este punto de vista, puesto que en él las subjetivaciones no son primeras, sino que derivan de un agenciamiento complejo).
Nosotros llamamos consignas, no a una categoría particular de enunciados explícitos
(por ejemplo al imperativo), sino a la relación de cualquier palabra o enunciado con presupuestos implictos, es decir, con actos de palabra que se realizan en el enunciado, y que sólo pueden realizarse en él. Las consignas no remiten, pues, únicamente a mandatos, sino a todos los actos que están ligados a enunciados por una "obligación social". Y no hay enunciado que, directa o indirectamente, no-presente este vínculo. Una pregunta, una promesa, son consignas. El lenguaje sólo puede definirse por el conjunto de consignas, presupuestos implícitos o actos de palabra, que están en curso en una lengua en un momento determinado.
Entre el enunciado y el acto la relación es interna, inmanente, pero no hay identidad. La relación es más bien de redundancia. La consigna es en sí misma redundancia del acto y del enunciado. Los periódicos, las noticias, proceden por redundancia,en la medida en que nos dicen lo que "hay" que pensar, retener, esperar, etc. El lenguaje no es ni informativo ni comunicativo, no es comunicación de información, sino algo muy distinto, transmisión de consignas, bien de un emmciado a otro, bien en el interior de cada enunciado, en la medida en que un enunciado realiza un acto y que el acto se realiza en el enunciado. Elesquema más general
de la informática plantea en principio una información máxima ideal, y convierte a la fedundancia en una simple condición limitativa que disminuye ese máximo teórico para impedir que sea tapado por el ruido. Nosotros decimos, por el contrario, que lo primero es la redundancia de la consigna, y que la información sólo es la condición mínima para la transmisión de las consignas (por eso no cabe oponer el ruido a la información, sino más bien todas las indisciplinas que trabajan el lenguaje a la consigna como disciplina o "gramaticalidad"). La redundancia tiene dos formas, frecuencia y resonancia, la primera concierne a la significancia de la información, la segunda (YO=YO) concierne a la subjetividad de la comunicación.
Pero lo que así se pone de manifiesto es la subordinación de la información y de la comunicación, es más, de la significancia y de la subjetividad, respecto a la redundancia. Se llega a separar la información de la comunicación; se llega a distinguir entre una significación abstracta de la información y una subjetivación abstracta de la comunicación. Pero ninguna de esas distinciones nos proporciona una forma primaria o implícita del lenguaje. No hay significancia independiente de las significaciones dominantes, no hay subjetivación independiente de un orden establecido de sujeción. Ambas dependen de la naturaleza y de la transmisión de consignas en un campo social determinado.
No hay enunciación individual, ni siquiera sujeto de enunciación. Sin embargo, hay relativamente pocos lingüistas que hayan analizado el carácter necesariamente social de la enunciaciónPues ese carácter no basta por sí solo, y corre el riesgo de ser todavía extrínseco: así pues, se dice demasiado de él, o demasiado poco. El carácter social de la enunciación sólo está intrínsecamente fundado si se llega a demostrar cómo la enunciación remite de por sí a agenciamientos colectivos.
Vemos, pues, claramente que sólo hay individuación del enunciado, y subjetivación de la enunciación, en la medida en que el agenciamiento colectivo impersonal lo exige y lo determina. Ese es precisamente el valor ejemplar del discurso indirecto, y sobre todo del discurso indirecto "libre": no hay límites distintivos claros, no hay fundamentalmente inserción de enunciados diferentemente individualizados, lü acoplamiento de sujetos de enunciación diversos, sino un agenciamiento colectivo que va a determinar como su consecuencia los procesos relativos
de subjetivación, las asignaciones de individualidad y sus distribuciones cambiantes en el discurso. No es la distinción de los sujetos la que explica el discurso indirecto, es el agenciamiento, tal como aparece libremente en ese discurso, el que explíca todas las voces presentes en una voz, los gritos de muchachas en un monólogo de Charlus, las lenguas en una lengua, las consignas en una palabra. El asesino americano Son of Sam mataba bajo el impulso de una voz ancestral, pero que pasaba por la voz de un perro. La noción de agenciamiento colectivo de enunciación deviene así fundamental, puesto que debe dar cuenta del carácter social.
Ahora bien, nosotros podemos sin duda definir el agenciamiento colectivo por el complejo redundante del acto y del enunciado que lo realiza necesariamente.
Pero esa sigue siendo una definición nominal; y así lü siquiera estamos en condiciones de justificar nuestra posición precedente según la cual la redundancia no se reduce a una simple identidad (o según la cual no hay simple identidad entre el enunciado y el acto). Si queremos pasar a una definición real del agenciamiento colectivo habrá que preguntarse en qué consisten los actos inmanentes al lenguaje, que hacen redundancia con los enunciados, o crean consignas.
Diríase que esos actos se definen por el conjunto de las transformaciones incorporales
que tienen lugar en una sociedad determinada, y que se atribuyen a los cuerpos de esa sociedad. Podemos dar a la palabra "cuerpo" el sentido más general (hay cuerpos morales, las almas son cuerpos, etc.); no obstante, debemos distinguir las acciones y pasiones que afectan a esos cuerpos, y los actos, que sólo son en ellos atributos no corporales, o que son "lo expresado" (l'exprimé) de un enunciado. Cuando Ducrot se pregunta en qué consiste un acto, Uega precisamente al agenciamiento jurídico, y pone como ejemplo la sentencia del magistrado, que
transforma un acusado en condenado. En efecto, lo que sucede antes, el crimen del que se acusa a alguien, y lo que sucede después, la ejecución de la pena del condenado, son acciones-pasiones que afectan a cuerpos (cuerpo de la propiedad, cuerpo de la víctima, cuerpo del condenado, cuerpo de la prisión); pero la transformación del acusado en condenado es un puro acto instantáneo o un atributo incorporal, que es el expresado en la sentencia del magistrado La paz y la guerra son estados o mezclas de cuerpos muy diferentes; pero el decreto de movilización general expresa una transformación incorporal e instantánea de los cuerpos.
Los cuerpos tienen una edad, una madurez, un envejecimiento; pero la mayoría de edad, la jubilación, tal categoría de edad, son transformaciones incorporales que se atribuyen inmediatamente a los cuerpos, en tal o cual sociedad. "Ya no eres un niño...": este enunciado concierne a una transformación incorporal, incluso si se dice de los cuerpos y se inserta en sus acciones y pasiones. La transformación incorporal se reconoce en su instantaneidad, en su inmediatez, en la simultaneidad del enunciado que la expresa y del efecto que ella produce; por eso las consignas están estrictamente fechadas, hora, minutos y segundos, y son váüdas
a partir de ese momento. El amor es una mezcla de cuerpos, que puede ser representado por un corazón atravesado por una flecha, por una unión de las almas, etc.; pero la declaración "te amo" expresa un atributo no corporal de los cuerpos, tanto del amante como del amado. Comer pan y beber vino son mezclas de cuerpos; comulgar con Cristo también es una mezcla entre cuerpos propiamente espirituales, no por eUo menos "reales". Pero la transformación del cuerpo
del pan y del vino en cuerpo y sangre de Cristo es lo puro expresado de un enunciado que se atribuye a los cuerpos. En un secuestro aéreo, la amenaza del pirata que esgrime un arma es evidentemente una acción; y lo mismo ocurre con la ejecución de los rehenes, en el caso de que se produzca. Pero la transformación de los pasajeros en rehenes, y del cuerpo-avión en cuerpo-prisión, es una transformación incorporal instantánea, un mass-media act, en el sentido en el que los ingleses hablan de speech-act. Las consignas o los agenciamientos de enunciación en una
sociedad determinada, en resumen, el üocutorio, designan esa relación instantánea de los enunciados con las transformaciones incorporales o atributos no corporales que ellos expresan.
Resulta sorprendente esa instantaneidad de la consigna, que puede ser proyectada hasta el infinito, situada en el origen de la sociedad: así, en Rousseau, el paso del estado de naturaleza al estado civü es como un salto en el vacío, una transformación incorporal que se hace en el instante Cero. La Historia real cuenta sin duda las acciones y las pasiones de los cuerpos que se desarrollan en un campo social, en cierta manera las comimica; pero también transmite consignas, es decir, actos puros que se intercalan en ese desarrollo. La Historia no se hbrará jamás de las fechas. Quizá sea la economía, o el anáfisis financiero, la que mejor muestre la presencia y la instantaneidad de esos actos decisorios en un proceso de conjunto
(por eso los enunciados no forman parte realmente de la ideología, sino que actúan ya en el supuesto dominio de la infraestructura). La inflación galopante en Alemania, después de 1918, es un proceso que afecta al cuerpo monetario, y a muchos otros cuerpos; pero el conjimto de las "circunstancias" hace posible de pronto una transformación semiótica que, aunque esté teóricamente ajustada a las variaciones del cuerpo de la tierra y de los activos materiales, no por ello deja de ser un acto puro o una transformación incorporal: el 20 de noviembre 1923..."
Los agenciamientos no cesan de variar, de estar ellos mismos sometidos a transformaciones. En primer lugar, hay que hacer intervenir las circunstancias: Benveniste muestra perfectamente que un enunciado performativo no es nada al margen de las circunstancias que hacen que lo sea. Cualquiera puede gritar "decreto la movilización general", pero es un acto de infantüismo o de demencia, y no un acto de enunciación, si no hay una variable efectuada que da derecho a enunciar.
Y lo mismo puede decirse de "te amo", que no tiene ni sentido ni sujeto, ni destinatario, al margen de las circunstancias que no se contentan con hacerlo creíble, sino que lo convierten en un verdadero agenciamiento, un marcador de poder, incluso en el caso de im amor desgraciado (también por voluntad de poder se obedece...). Ahora bien, el término general de circunstancias no debe hacemos creer que se trata únicamente de circunstancias extemas: "Lo juro" no es lo
mismo si se dice en familia, que si se dice en la escuela, en un amor, en el seno de una sociedad secreta, al tribunal: no es lo mismo, pero tampoco es el mismo enunciado; no es la misma situación de cuerpos, pero tampoco es la misma transformación incorporal. La transformación se dice de los cuerpos, pero ella misma es incorporal, intema a la enunciación. Hay variables de expresión que ponen la lengua en relación con el afuera, pero precisamente porque son inmanentes a la lengua. Mientras que la lingüística siga hablando de constantes, fonológicas, morfológicas o sintáctícas, está relacionando el enunciado con un significante y la enunciación con un sujeto, falla así el agenciamiento, remite las circunstancias al exterior, encierra la lengua en sí misma y convierte a la pragmática en un residuo. La pragmática, por el contrario, no apela únicamente a las circunstancias extemas: extrae variables
de expresión o de enunciación que son para la lengua otras tantas razones internas para no encerrarse en sí misma. Como dice Bakhtine, mientras que la lingüística exttaiga constantes, continúa siendo incapaz de hacemos comprender cómo una palabra forma una enunciación completa; hace falta un "elemento suplementario que permanece inaccesible a todas las categorías o determinaciones üngüísticas", aunque sea totalmente intemo a la teoría de la enunciación o de la lengua La consigna es precisamente la variable que convierte la palabra como tal en
una enunciación. La instantaneidad de la consigna, su inmediatez, le da un poder de variación, en relación con los cuerpos a los que se atribuye la transformación. La pragmática es una política de la lengua. Un estudio como el de Jean Pierre Faye sobre la constitución de los enunciados nazis en el campo social alemán esejemplar a este respecto (y no es un mero calco de la constitución de los enunciados fascistas en Italia). Este tipo de investigaciones transformacionales conciemen a la variación de las consignas y de los atributos no corporales que se relacionan con los cuerpos sociales, y que efectúan actos inmanentes. También podría servir como ejemplo, aunque en otras condiciones, la formación de un tipo de enunciados
específicamente leninistas en la Rusia soviética, a partir del texto de Lenin titulado
"A propósito de las consignas" (1917). Ya era una transformación incorporal la que había extraído de las masas una clase proletaria en tanto que agenciamiento de enunciación, antes de que se dieran las condiciones de aparición de un proletariado como cuerpo. Genialidad de la P Internacional marxista, que "inventa" un nuevo tipo de clase: ¡proletarios de todos los países, unios! Pero,rompiendo con los social-demócratas, Lenin todavía inventa o decreta otra ransformación incorporal, que extrae de la clase proletaria una vanguardia como agenciamiento de enunciación, y que va a atribuirse al "Partido", a un nuevo tipo de partido como cuerpo distmto, aun a riesgo de caer en un sistema de redundancia específicamente burocrático. ¿Apuesta leninista, golpe de audacia? Lenin declara que la consigna "Todo el poder a los soviets" sólo era válida entre el 27 de febrero y el 4 de juho, para el desarrollo pacífico de la Revolución, pero ya no vale para el estado de guerra, y el paso de una a otra impHcaría precisamente esa transformación que no se contenta con ir de las masas a un proletariado director, sino que va del proletariado a una vanguardia dirigente. El 4 de julio exactamente,
se acabó el poder de los Soviets. Se pueden asignar todas las circunstancias externas:
no sólo la guerra, sino la insurrección que obliga a Lenin a huir a Finlandia.
Pero aún así, el 4 de juHo, se anuncia la transformación incorporal, antes de que el cuerpo al que se atribuirá, el Partido, sea organizado. "Toda consigna debe ser deducida de la suma de particularidades de una situación poKtica determinada". Si se objeta que esas particularidades remiten precisamente a la política^ no a la lingiustica habría que señalar hasta qué punto la poUtica trabaja la lengua desde dentro, haciendo variar no sólo el léxico, sino también la estructura y todos los elementos de la frase, al mismo tiempo que cambian las consignas. Un tipo de enunciado sólo puede ser evaluado en función de sus implicaciones pragmáticas,
es decir, de su relación con presupuestos implícitos, con actos inmanentes o transformaciones
incorporales que él expresa, y que van a introducir nuevas divisiones entre los cuerpos. La verdadera intuición no es el juicio de gramaticalidad, sino la evaluación de las variables internas de enunciación relacionadas con el conjunto de las circunstancias.Hemos ido de los mandatos explícitos a las consignas como presupuestos implicitos; de las consignas a los actos inmanentes o transformaciones incorporales que ellas expresan; luego, a los agenciamientos de enunciación de los que ellos son las variables. Y en la medida en que esas variables entran en relaciones determinables en tal momento, los agenciamientos se reúnen en un régimen de signos o
máquina semiótica. Pero es evidente que toda sociedad está atravesada por varias semióticas, posee de hecho regímenes mixtos. Es más, en otro momento surgen nuevas consignas que modifican las variables y que no pertenecen todavía a un régimen conocido. La consigna es, pues, redundancia de varias maneras; no sólo en función de una transmisión que es esencial a ella, sino también en sí misma y desde su emisión, bajo su relación "inmediata" con el acto o la transformación que ella efectúa. Incluso una consigna en rupmra con una semiótica determinada ya es redundancia. Por eso el agenciamiento colectivo de enunciación no tiene otros
enunciados que los de un discurso siempre indirecto. El discurso indirecto es la presencia de un enunciado transmitido en el enunciado transmisor, la presencia de una consigna en la palabra. El discurso indirecto abarca a la totalidad del lenguaje. Lejos de que el discurso indirecto suponga un discurso directo, es éste el que se extrae de aquél, en la medida en que las operaciones de significancia y los procesos de subjetivación en un agenciamiento están distribuidos, atribuidos, asignados, o que las variables del agenciamiento entran en relaciones constantes, por muy provisionales que sean. El discurso directo es un fragmento de masa separada, y nace del desmembramiento del agenciamiento colectivo; pero éste siempre
es como el rumor de donde extraigo mi nombre propio, el conjunto de voces concordantes
o no de donde saco mi voz. Siempre dependo de un agenciamiento de enunciación molecular, que no está dado en mi conciencia, que tampoco depende únicamente de mis determinaciones sociales aparentes, y que reúne muchos regímenes de signos heterogéneos. GlosolaHa. Escribir quizá sea sacar a la luz ese agenciamiento del inconsciente, seleccionar las voces susurrantes, convocar las tribus y los idiomas secretos de los que extraigo algo que llamo Yo. YO es una consigna.
Un esquizofrénico declara: "he oído unas veces decir: es consciente de la vida" En ese sentido, puede perfectamente hablarse de un cogito esquizofrénico, pero que convierte la conciencia de sí en la transformación incorporal de una consigna o en el resultado de un discurso indirecto. Mi discurso directo sigue siendo el discurso indirecto libre que me atraviesa de parte a parte y que viene de otros mundos o de otros planetas. Por eso tantos artistas y escritores se sintieron tentados por las sesiones de espiritismo. De ahí que cuando se plantea la pregunta
de cuál es la facultad específica de la consigna no queda más remedio que reconocerle extrañas propiedades: una especie de instantaneidad en la emisión, la percepción y la transmisión de las consignas; una gran variabilidad, y una capacidad de olvido que hace que uno se sienta inocente de las consignas que ha seguido, después abandonado, para acoger otras; una capacidad propiamente ideal o fantasmática para la aprehensión de las transformaciones incorporales; una aptitud para captar el lenguaje bajo la forma de un inmenso discurso indirecto Facultad
del apuntador y del apuntado, facultad de la canción que siempre pone una melodía en otra melodía en una relación de redundancia, facultad mediática en verdad, glosolálica o xenoglósica.
Consideremos de nuevo la pregunta: ¿en qué medida una función-lenguaje, una función coextensiva al lenguaje, queda así definida? Es evidente que las consignas, los agenciamientos colectivos o regímenes de signos, no se confunden con el lenguaje. Pero efectúan su condición (sobrelinealidad de la expresión); satisfacen cada vez la condición, de manera que, sin ellos, el lenguaje seguiría siendo pura virtualidad (carácter sobreUneal del discurso indirecto). Naturalmente, los agenciamientos varían, se transforman. Pero no varían necesariamente según cada lengua, no corresponden a las diversas lenguas. Una lengua parece definirse por las constantes fonológicas, semánticas, sintácticas que forman parte de sus enunciados; el agenciamiento colectivo, por el contrario, concierne al uso de esas constantes en función de variables internas a la propia enunciación (las variables de expresión, los actos inmanentes o transformaciones incorporales). Constantes diferentes, de diferentes lenguas, pueden tener el mismo uso; y las mismas constantes, en una lengua determinada, pueden tener usos diferentes, bien sucesivamente, bien incluso simultáneamente. Uno no puede limitarse a una dualidad entre las constantes como factores lingüísticos, explícitos o explicitables, y las variables
como factores extrínsecos no lingüísticos. Pues las variables pragmáticas de uso son internas a la emmciación, y forman los presupuestos implícitos de la lengua. Así pues, si el agenciamiento colectivo es cada vez coextensivo a la lengua considerada, y al propio lenguaje, es precisamente porque expresa el conjunto de las transformaciones incorporales que efectúan la condición del lenguaje, y que utilizan los elementos de la lengua. La función-lenguaje así definida no es ni informativa ni comunicativa; no remite ni a una información significante, ni a una comunicación intersubjetiva. Y de poco serviría abstraer una significancia al margen de
la información, o una subjetividad al margen de la comunicación. Pues el proceso de subjetivación y el movimiento de significancia remiten a regímenes de signos o agenciamientos colectivos. La función-lenguaje es transmisión de consignas, y las consignas remiten a los agenciamientos, del mismo modo que los agenciamientos remiten a las transformaciones incorporales que constituyen las variables de la función. La lingüística no es nada al margen de la pragmática (semiótica o política)que define la efectuación de la condición del lenguaje y el uso de los elementos de la lengua.

EL LENGUAJE ESE DESCONOCIDO. JULIA KRISTEVA.

1. El lenguaje, la lengua, el habla, el discurso
Cualquiera que sea el momento en que se considera al lenguaje —en los períodos históricos más remotos, en los pueblos llamados salvajes o en la época moderna— se presenta como un sistema extremada-mente complejo en el que se mezclan problemas de distinta índole.
En primer lugar, y visto desde fuera, el lenguaje reviste un carácter material diversificado del que se intenta conocer los aspectos y las relaciones: el lenguaje es una cadena de sonidos articulados, pero también es una red de marcas escritas (una escritura), o bien un juego de gestos (una gestualidad). ¿Cuales son las relaciones entre la. voz, la escritura y el gesto? ¿Por qué esas diferencias y qué implican? El lenguaje nos plantea problemas en cuanto indagamos en su forma de ser.
A su vez, la materialidad enunciada, escrita o gesticulada produce y expresa (es decir, comunica) lo que llamamos un pensamiento. Lo cual significa que el lenguaje es la única forma de ser del pensamiento y, al mismo tiempo, su realidad y su realización. A menudo se ha planteado la cuestión de saber si existe un lenguaje sin pensamiento y un pensamiento sin lenguaje. Al margen de que el discurso mudo incluso (el «pensamiento» mudo) recurre en su laberinto a la red del lenguaje y no podría ser sin ello, parece imposible, hoy en día, sin abandonar el terreno del materialismo, afirmar la existencia de un pensamiento extralingüístico. Si se observan diferencias entre la praxis lingüística que sirve para la comunicación y, digamos, la de la ensoñación o la de un proceso inconsciente o preconsciente, la ciencia actual intenta, ya no excluir aquellos fenómenos «particulares» del lenguaje sino, por el contrario, ensanchar la noción de lenguaje permitiéndole aceptar lo que, a primera vista, parecía que no le incumbía. Asimismo nos abstendremos de afirmar que el lenguaje es el instrumento del pensamiento. Semejante concepción daría pie a creer que el lenguaje expresa, cual una herramienta, algo —¿una idea?— exterior a él. Pero ¿qué es esa idea? ¿Acaso existe de otra forma que no sea a través del lenguaje? Una respuesta afirmativa equivaldría a un idealismo cuyas raíces metafísicas estarían demasiado a la vista. Observamos, pues, cómo la concepción instrumentalista del lenguaje que se apoya sobre la suposición de la existencia de un pensamiento o de una actividad simbólica sin lenguaje, desemboca sobre la teología por sus implicaciones filosóficas.
Si el lenguaje es la materia del pensamiento, también es el elemento propio de la comunicación social. Una sociedad sin lenguaje no existe como tampoco puede existir sin comunicación. Todo lo que se produce en relación con el lenguaje sucede para ser comunicado en el intercambio social. La clásica pregunta: «¿Cuál es la primera función del lenguaje: producir un pensamiento o comunicarlo?» no tiene un fundamento objetivo. El lenguaje es todo eso a la vez y no puede tener una de las dos funciones sin tener la otra también. Todos los testimonios que la arqueología nos brinda acerca de la praxis lingüística se enmarcan en unos sistemas sociales y participan, por consiguiente, de una comunicación. «El hombre habla» y «el hombre es un animal social» son dos proposiciones tautológicas en sí y sinónimas. Insistir, por lo tanto, sobre el carácter social del lenguaje no significa que se otorgue una mayor importancia a su función de comunicación. Por el contrario, tras haber sido utilizado en contra de las concepciones espiritualistas del lenguaje, si la teoría de la comunicación tomara una postura dominante en el acercamiento al lenguaje, correría el riesgo de ocultar cualquier problemática relacionada con la formación y la producción del sujeto hablante y de la significación comunicada que, para esta teoría de la comunicación, son unas constantes no analizables. Una vez puestos sobre aviso, podemos decir que el lenguaje es un proceso de comunicación de un mensaje entre dos sujetos hablantes al menos, siendo el uno el destinador o emisor, y el otro, el destinatario o receptor.

Mensaje
destinador destinatario

Ahora bien, cada sujeto hablante es tanto destinador como destinatario de su propio mensaje puesto que es capaz de emitir un mensaje descodificándolo al mismo tiempo y puesto que no emite nada que, en un principio, no pueda descodificar. De tal manera que el mensaje destinado al otro está, en cierto sentido, destinado en primer lugar al propio hablante: de lo que deducimos que hablar es hablarse.


mensaje = destinador
destinador destinatario
=destinatario


Asimismo, el destinatario-descodificador descodifica sólo en la medida en que puede decir lo que oye.
Vemos, pues, que el circuito de comunicación lingüística así establecido nos introduce en un terreno complejo del sujeto, de su constitución respecto al otro, de su manera de interiorizar a ese otro para confundirse con él, etc.
Si hay una praxis que se realiza en la comunicación social ya través de ella, el lenguaje constituye una realidad material que, participando a su vez del mundo material en sí, no deja por ello de plantear el problema de su relación con lo que no es lenguaje, es decir con lo externo: la naturaleza, la sociedad, etc., que existen sin el lenguaje, aunque no puedan ser nombrados sin éste. ¿Qué quiere decir «nombrar»? ¿Cómo sucede el «nombrar»? ¿Y cómo se distribuyen el universo nombrado y el universo que nombra? He aquí otra serie de cuestiones cuya aclaración nos ayudará a entender el hecho «lenguaje».
Finalmente, lo que llamamos lenguaje tiene una historia que se desarrolla en el tiempo. Desde el punto de vista de esta diacronía, el lenguaje se transforma durante las diferentes épocas, toma diversas formas en los distintos pueblos. Planteado como sistema, es decir sincrónicamente, hay una reglas concretas de funcionamiento, una estructura dada y unas transformaciones estructurales que obedecen a unas leyes estrictas.)
Vemos entonces que, como lo observó Ferdinand de Saussure, «tomado en su conjunto, el lenguaje es multiforme y hétéroclite; a caballo en diferentes dominios, a la vez físico, filosófico y psíquico, pertenece además al dominio individual y al dominio social; no se deja clasificar en ninguna de las categorías de los hechos humanos, porque no se sabe cómo desembrollar su unidad»1. Debido a la complejidad y a la diversidad de los problemas que plantea, el lenguaje requiere el análisis de la filosofía, de la antropología, del psicoanálisis, de la sociología, sin mencionar las distintas disciplinas lingüísticas.
Para aislar de esta masa de rasgos que se relacionan con el lenguaje un objeto unificado y susceptible de una clasificación, la lingüística distingue la parte lengua dentro del conjunto del lenguaje. Según Saussure, «se la puede localizar en la porción determinada del circuito en la que una imagen auditiva (i) se asocia a un concepto (c)» y Saussure da, del circuito, el siguiente esquema:













La lengua es «la parte social del lenguaje», exterior al individuo; no es modificable por el hablante y parece obedecer a las leyes de un contrato social que sería reconocido por todos los miembros de la comunidad. Así, pues, la lengua está aislada del conjunto heterogéneo del lenguaje: sólo retiene un «sistema de signos en el que lo único esencial es la unión del sentido y de la imagen acústica».
Si la lengua es, por decirlo así, un sistema anónimo hecho con signos que se combinan a partir de unas leyes específicas y si, como tal, no puede realizarse en el habla de ningún sujeto, «sólo existe de modo perfecto en la masa», mientras que el habla es «siempre individual y el individuo es siempre el dueño». El habla es según la definición de Saussure «un acto individual de voluntad y de inteligencia»: 1) las combinaciones mediante las cuales el sujeto hablante utiliza el código de la lengua; 2) el mecanismo psicofísico que le permite exteriorizar aquellas combinaciones. El habla sería la suma: a) de las combinaciones individuales personales introducidas por los sujetos hablantes; b) de los actos de fonación necesarios para la ejecución de dichas combinaciones.
La distinción lenguaje-lengua-habla, discutida y a menudo rechazada por determinados lingüistas modernos, sirve sin embargo para situar de manera general el objeto de la lingüística. Para el propio Saussure conlleva una división del estudio del lenguaje en dos partes: la que examina la lengua, que es por consiguiente social, independiente del individuo y «únicamente psíquica»; y aquella, psicofísica, que remite a la parte individual del lenguaje: el habla, incluida la fonación. En realidad, ambas partes son inseparables una de otra. Para que pueda producirse el habla, la lengua es imprescindible previamente, pero al mismo tiempo no hay lengua en abstracto sin su realización en el habla. Se precisa, pues, dos lingüísticas inseparables la una de la otra: lingüística de la lengua y lingüística del habla, si bien es cierto que la segunda se halla en sus primeros balbuceos.
La introducción de nociones propias de la teoría de la comunicación en el campo lingüístico contribuye a una nueva formulación de la distinción lengua-habla y a una significación nueva y operativa de la misma. El fundador de la cibernética, Norbert Wiener, ya había observado que no existe ninguna oposición fundamental entre los problemas que les surgen a los especialistas de la comunicación y los que se plantean para los lingüistas. Para los ingenieros, se trata de transmitir un mensaje merced a un código, es decir, un número mínimo de decisiones binarias, o sea, de un sistema de clasificación o, digamos, de un esquema que represente las estructuras invariables y básicas del mensaje, estructuras propias del emisor y del receptor, y a partir de las cuales el receptor podrá reconstruir el mensaje en sí. Asimismo, el lingüista puede hallar dentro de la complejidad del mensaje verbal unos rasgos distintivos cuya combinación le posibilita el código de dicho mensaje. Como lo observa Roman Jakobson, los interlocutores pertenecientes a la misma comunidad lingüística pueden ser definidos como los usuarios efectivos de un único y mismo código; la existencia de un código común fundamenta la comunicación y hace posible el intercambio de los mensajes.
El término discurso designa de manera rigurosa y sin ambigüedad la manifestación de la lengua en la comunicación viva. Tal como lo puntualiza Emilio Benveniste, se opone, por tanto, al de lengua que abarca de ahora en adelante al lenguaje en tanto que conjunto de signos formales, estratificados en sucesivos escalones, formando sistemas y estructuras. El discurso implica, en primer lugar, la participación del sujeto en su lenguaje mediante el habla del individuo. Recurriendo a la estructura anónima de la lengua, el sujeto se forma y se transforma en el discurso que comunica al otro. La lengua común a todos se convierte, en el discurso, en vehículo de un mensaje único, propio de la estructura particular de un sujeto dado que deja sobre la estructura obligatoria de la lengua la huella de un sello específico en que el sujeto viene marcado sin que sea consciente de ello, sin embargo.
Para concretar el plano del discurso, se le ha podido oponer al del habla y de la historia. Para Benveniste, en la enunciación histórica, el locutor está excluido del relato: toda subjetividad, toda referencia autobiográfica están vetadas de la enunciación histórica que se constituye como un modo de enunciación de la verdad. El término «discurso», por el contrario, designaría cualquier enunciación que integrase en sus estructuras al locutor y al oyente, con el deseo por parte del primero de influir al otro. El discurso se convierte, a su vez, en el campo privilegiado del psicoanálisis. «Sus medios —dice Lacan—, son los del habla en cuanto que confiere un sentido a las funciones del individuo; su dominio es el del discurso concreto en tanto que realidad transindividual del sujeto; sus operaciones son las de la historia en cuanto que constituye la emergencia de la verdad dentro de lo real.»
Está claro ahora que estudiar el lenguaje, captar la multiplicidad de sus aspectos y funciones, es construir una ciencia y una teoría estratificada cuyas distintas ramas se ocuparán de los distintos aspectos del lenguaje para poder darnos, a la hora de la síntesis, un conocimiento cada vez más concreto del funcionamiento significante del hombre. A tal efecto será imprescindible conocer tanto el leguaje vocal como la escritura, tanto la lengua como el discurso, la sistemática interna de los enunciados y su relación con los sujetos de la comunicación, la lógica de los cambios históricos y el vínculo del nivel lingüístico con lo real. De este modo nos aproximaremos a las leyes específicas del trabajo simbólico.